lunes, 15 de febrero de 2010

La ficción diaria.


Voy en el subte, me siento, escucho música, y te veo. Ahí estas: con tu blanco rostro, tus ojos color grisáceos y esas finas manos que sujetan a Lorca junto con su poeta en Nueva York.
Si estas. No estoy loca. Es real. Aunque a veces piense en que la vida es un gran guión de cine. Hoy lo fue: me levante a las siete, tome mi té cortado con leche caliente, y saboreó la clásica tostada con ese dulce de membrillo que traje del campo ¿acaso no suena el comienzo de una película? Podría no serlo. Pero da el puntapié para que lo sea.
Si por caso el despertador no sonara a las siete yo me hubiese retrasado, no tendría mi desayuno de té con leche caliente y menos aun la minúscula tostada con el dulce de membrillo y por cuestión nunca mi vista se habría tropezado con las manos que sujetan al poeta en Nueva York.
Pero es concreto: hoy hay función de cine. La trama se basa en dos sujetos invadidos en la torpe sociedad, que se encuentran, se miran y hasta se desean tal vez.
Lástima que no hay final feliz: mi música me dejo salir, en cambio tu Lorca te atrapo algunas estaciones más.

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