miércoles, 25 de febrero de 2009

Nieve en Madrid

Miro la ventana, veo la ciudad, la gente corre, hace frío. Hoy Madrid amaneció con más nieve que ayer. Y yo sólo en mi habitación. Escucho la sonora radió que recomienda utilizar el transporte público. Pues… ¿tendré que dejar el coche, y volver a la época universitaria del metro?, parece que si amigos ya lo dicen también en la tele: “las carreteras se encuentran cortadas”.
Y bueno, un buen abrigo y a salir al mundo. Hoy es ocho de enero. No se por que resalto la fecha del día. Curiosidades supongo.
Mejor dejo de volar los minutos y parto. Camino con mi traje negro impecable (esta vez la tintorería lo ha dejado superior: el azulino oscuro es maravilloso).
Hay tanta gente en la calle, que da gusto pisarla (es extraño hay días que aborrezco la muchedumbre, hoy paradójicamente no, me complace ver de esta manera a Madrid). Amo este lugar, como sus olores y costumbres, y por sobre todo la nieve me genera uno de los mayores placeres de la vida.
Siempre suelo decirle a Andrés (mi entrañable amigo de la facultad) mi repulsión hacia el verano. Claro de hecho, cuando tengo vacaciones en la Financiera, me escapo del calor Madrileño dirigiéndome hacia el otro lado del mundo, para poder capturar los fríos de allí. Aunque nunca son como los de aquí.
Que cosa para resaltar, siempre (o casi) aspiramos huir del lugar en donde nacimos, lo maldecimos hasta cansarnos, pero una vez realizada la partida queremos regresar. No toleramos más que algunos pocos días. Igual es simple, con el trabajo sucede lo mismo, despotricamos contra él pero luego en su ausencia lo reclamamos.
¿Y en el amor sucederá lo mismo?, supongo que si. Yo no toleraba a Julia. ¿Y ahora que?, espero como un loco tonto un mísero llamado de ella. Algo que me diga que se encuentra bien, que le sienta bien Paris, y que él parco ese de Juan Martín la hace feliz. Sólo busco encontrar lo perdido, que resurja de donde se halla marchado aquello que ella sentía por mí. Aunque si lo medito mejor, eso no lo veo en absoluto posible.
¡Hay como se nota que hace mucho he dejado de tomar el metro!, no hay casi espacio para ubicarse aquí. Pero en fin, es cuestión de aguantar algunas estaciones nada más, y antes que perder el tiempo intento leer El País mejor, mientras endulzo mis finos oídos con música.
Sigo: me faltan tres estaciones para llegar a destino y no veo nada llamativo más que rostros cansados. Claro, nada interesante hasta ese instante: manos finas, piel blanca, ojos verde esmeralda, pelo color rojizo claro, cuerpo delgado, y labios rojo carmesí. Una excelente radiografía, que supongo hasta podría calcular su edad: seguramente no llegaría a más de treinta años.
Su fórmula sonaba perfecta, tanto como la música que me acompañaba en mi recorrido.
Vamos, me quedan dos estaciones y aunque sea un miserable e insignificante hola tendría que decirle. Mi cabeza no dejaba de pensar de los distintos temas que podría enumerarle: uno era el frío, siempre es un tema recurrente en estas fechas más con la nevada de la ciudad. Pero no, nada salía y sólo me quedaba una estación más y quién sabe si la podré volver a encontrar en algún sitio.
Con fuerza que se puede:
Hola (con mi voz entrecortada), ¿Qué llena de blancura esta Madrid, verdad?
Ah, ¿Me habla a mí señor?, si esta hermosa. En realidad como siempre pero más aún todavía.
Hay no me diga señor, mejor dígame Javier.
Como usted prefiera: entonces le digo Javier. ¿Y usted me puede decir Amanda?
Vale, le digo Amanda. Hay que pena debo retirarme de aquí. Y casi no pude dialogar con usted.
No se preocupe, seguramente nos encontraremos mañana Javier, aquí a las ocho y treinta. Raro siempre recuerdo a los pasajeros y a usted nunca lo he visto.
Es que me cambiaron de turno, antes entraba a las nueve en el trabajo. ¡Besos!. Nos encontramos mañana a la misma hora y por el mismo metro.
Si mañana.
Baje del metro con una sonrisa dibujada en mi rostro. Pensé en si existen las casualidad, no lo se, supongo que sí ¿no?

Hoy maldecía al tipo del informativo que dijo “las carreteras se encuentran cortadas”. Ahora en cambio, me parece fantástico de que se encuentren llenas de nevisca.

Pd: ¡Desde donde estes para vos Fer!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso!!!
Me encantó... en parte me sentí identificada jaja
Besotes!

Unknown dijo...

.

A veces, con un poco de coraje, uno puede hacerse calor en medio del temporal.


Acá, por estos sures, ha llovido mucho...